Las claves del cónclave

No sabemos muy bien qué pasó, pero el Papa renunció. Algunos dicen que estaba cansado de las peleas internas, otros, que no estaba conforme con el servicio doméstico, y hay incluso quienes aseguran que fue porque no se entendía con Dios, ya que estaba cambiando la Iglesia, pero no en el sentido esperado.

Fue el primer Papa en renunciar al cargo desde Gregorio XII en 1415, que fue obligado a dimitir en el Concilio de Constanza para dar fin al Cisma de Occidente, y el primero que lo hizo por voluntad propia desde Celestino V en 1294, que se retiró para hacerse ermitaño.

Cuando dicha dimisión se hizo efectiva, la sede papal quedó vacante, dando comienzo al proceso de celebración de un cónclave que erigiría a un nuevo Papa.

En el cónclave participaron 217 cardenales, de los cuales aquellos que contaran con 80 años o más en el momento de ser declarada la sede vacante, no podían votar, aunque sí ser elegidos. Un total de 90 cardenales estaban en esta situación, mientras que los 117 cardenales restantes eran tanto elegibles como electores.

Cuando los cardenales, con toda la pompa y el boato de que es capaz el Vaticano, fueron entrando en la capilla Sixtina jurando sobre los Evangelios, no había mucho que celebrar. Las quinielas decían que para sustituir a Benedicto XVI habría una pugna muy cerrada entre un cardenal italiano —representante del poder y del dinero— y un brasileño, preferido por la curia. La única y débil esperanza era que tal vez ese cardenal estadounidense con cara de simpático y sandalias de franciscano consiguiera engatusar al Espíritu Santo.

La primera votación se realizó a las 19:42, hora de Roma. El resultado fue negativo, se produjo la fumata negra resultante de la quema del primer escrutinio. Decepción generalizada y desbandada masiva de los asistentes a la plaza de San Pedro, que durante horas habían animado su espera con cánticos religiosos.

Recelo y desconfianza...

El primer día solo se vota por la tarde, y a partir de entonces hay que hacerlo dos veces por la mañana y otras dos por la tarde. Si al tercer día no hay fumata blanca, se hace un descanso de un día para rezar y reflexionar. Entonces se celebran hasta tres series de siete escrutinios, con una pausa entre cada una, hasta alcanzar el consenso necesario.

Los cardenales se retiraron a la casa Santa Marta, a 700 metros de la capilla Sixtina, donde se hospedaban. La mayoría a pie, pero algunos en vehículos al servicio del Vaticano disponibles para tales efectos.

Fue al inicio del segundo día que el arzobispo de Buenos Aires llamó la atención.

—¿Qué es eso? —preguntó el arzobispo de Milán, miembro del movimiento ultraconservador Comunión y Liberación

—Mate —respondió el arzobispo de Buenos Aires.

—¿Mate? —preguntó el cardenal ghanés y prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral de la Santa Sede.

—En Brasil lo llamamos chimarrão y en Paraguay, cuando lo beben frío, lo llaman tereré —dijo uno de los cardenales brasileros con cierta soberbia.

—Así es, es una infusión preparada con hojas de yerba mate cuyo consumo está muy extendido en Argentina, Uruguay, Paraguay y sur de Brasil, llegando incluso hasta Chile y Perú —explicó el arzobispo de Buenos Aires.

—¡En Siria también lo beben! —aclaró el cardenal libanés, patriarca de Antioquía y metropolitano de la Iglesia católica maronita.

—Incluso en Varsovia vi que lo ofrecían en el menú de un café, pero no me animé a probar—afirmó el arzobispo metropolitano de Varsovia con cierto deje de vergüenza.

—Era una costumbre practicada por los aborígenes guaraníes, y cuando llegaron los españoles a esas tierras, rápidamente la adoptaron. Fuimos nosotros, los jesuitas, los que domesticamos la planta e iniciamos su cultivo a nivel industrial —dijo el arzobispo de Buenos Aires.

—¡Qué interesante! —repuso el arzobispo metropolitano de Sidney y máximo referente de la Iglesia católica australiana

— ¿Quiere probar?

—Sí, gracias —respondió el australiano

—No se le agradece cada mate al cebador. Cuando una persona dice «gracias» en el momento de devolver el mate, quiere decir que ya no seguirá tomando —explicó el arzobispo de Buenos Aires.

—¡Yo también quiero probar! —dijo el cardenal hondureño y arzobispo de Tegucigalpa.

—Debe esperar a que llegue su turno, Excelencia. El mate se toma en ronda —dijo el arzobispo de Buenos Aires.

—¿En sentido horario o anti horario? —preguntó el religioso filipino arzobispo de Manila.

—Es indistinto, supongo que lo importante es el orden.

—¡Eso me gusta! —exclamó el papable cardenal húngaro, arzobispo de Esztergom-Budapest, primado de Hungría y presidente de la Conferencia Episcopal Húngara y del Concilio de Conferencias Episcopales de Europa.

—Muy amargo para mí —declaró el papable salesiano Secretario de Estado de la Santa Sede y camarlengo, con cierto atisbo de reprobación a la bebida o al arzobispo de Buenos Aires.

—Se puede tomar dulce si así lo prefiere —dijo el arzobispo de Buenos Aires mientras cebaba otro mate para el arzobispo de Kinshasa y primado de la República Democrática del Congo

—¿Se lo puede tomar con leche? —preguntó el cardenal indio y Arzobispo Mayor de Ernakulam-Angamaly de la Iglesia católica siro-malabar, rememorando el Chai.

—¡Claro! Lo llamamos mate de leche.

—De alguna manera es similar a la ceremonia del té en Japón, donde todos beben de la misma taza —dijo un cardenal miembro del Servicio Diplomático del Vaticano

—En nuestro caso, a diferencia de Japón, el recipiente puede ser de vidrio, metal, madera o, lo más común, de calabaza, que en guaraní se traduce como mate. Y se utiliza una bombilla para sorber el líquido.

—¿Tiene algún significado particular? —pregunto con tono inquisidor el…

—El mate es un símbolo de hospitalidad. Es costumbre compartirlo con la familia, con amigos o con extraños; entre hombres, mujeres y niños, sin importar su clase social —explicó el arzobispo de Buenos Aires.

—¿Cómo es su nombre? —preguntó el arzobispo de la Arquidiócesis de Indianápolis, atraído por la humildad de este hombre

—Jorge Mario Bergoglio —dijo el arzobispo de Buenos Aires.

—¿El mate tiene alguna propiedad particular? —preguntó el cardenal italiano, gobernador del Estado de la Ciudad del Vaticano y presidente de la Comisión Pontificia para la Ciudad del Vaticano.

—Contiene vitaminas, calcio y fósforo, además, también actúa como estimulante y es un diurético natural.

—¿Excitante natural? —inquirió el papable canadiense, prefecto de la Congregación para los Obispos y presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, tal vez intentando poner en evidencia los aspectos negativos de la bebida.

—Sí, de igual manera que el café tiene cafeína y el té teína, la yerba mate tiene mateína —respondió el Arzobispo de Buenos Aires

En la segunda y tercera votaciones, a las 11:40, hora de Roma, nuevamente se produjo la fumata negra.

Siguiendo el ejemplo de Bergoglio y dejando el egoísmo de lado, el cardenal de la Iglesia católica francesa, arzobispo de la diócesis de París, sacó unos croissants y se los ofreció a los presentes.

—Pienso que quedaría muy bien con este rico dulce que preparan las hermanas Agustinas en un convento en Medina Sidonia, en Cádiz —exclamó el cardenal franciscano y arzobispo emérito de Sevilla, haciendo gala del desprendimiento material que predica su orden religiosa.

—Yo soy más de lo salado que de lo dulce —confesó el arzobispo de Armagh y primado de Irlanda.

—Si es así, pruebe este salame —ofreció el también papable arzobispo de Génova, sacando el embutido que llevaba en su bolso, en un intento, según sus detractores, de comprar los favores del prelado.

En la cuarta votación el resultado también fue negativo.

—¡Qué bueno que está este pastel! —exclamó el simpático arzobispo de Nueva York.

—Lo preparé yo —dijo el cardenal presbítero de San Corbiniano, arzobispo de Múnich y Frisinga.

—¡Me tiene que pasar la receta! —dijo el arzobispo de Durban.

Fue en la quinta votación, a las 19:05, que se produjo la fumata blanca. Empezó a salir humo blanco por la chimenea de la capilla Sixtina.

Poco después repicaban las campanas, señal inequívoca de que el cónclave había alcanzado la mayoría de dos tercios necesaria para elegir a un nuevo sumo pontífice.

El anuncio fue dado por el protodiácono Jean-Louis Tauran con las siguientes palabras:

Habemus Papam.

Eminentissimum ac reverendissimum Dominum, Dominum Georgium Marium

Sanctae Romanae Eccleasiae Cardinalem Bergoglio

Qui sibi nomen imposuit Franciscum.

El nuevo Papa es el cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio, quien adoptó el nombre de Francisco.

El Papa Francisco les dijo a los cardenales después de aceptar:

—Queridos hermanos, que Dios los perdone.

—No somos nosotros quienes elegimos al Papa, sino el Espíritu Santo —le recordaron.

Parecía no haber ninguna duda al respecto, ya que representaba una excelente solución a la pulseada que estaba en curso entre «romanos» (italianos) y «reformistas». Bergoglio es argentino, pero de origen italiano, y era el gran favorito de un grupo de cardenales reformistas que buscaban limpieza y transparencia después de tantos escándalos.

Un Papa jesuita franciscano que, llegado de América, hará el camino inverso de la evangelización del Nuevo Mundo.

Fue entonces que el nuevo pontífice se presentó ante la multitud e impartió su primera bendición Urbi et Orbi (a la ciudad de Roma y al mundo).

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