La Divina Comedia – El Paraíso

Rescatado por el poeta Virgilio abandoné el Infierno y atravesé el Purgatorio hasta llegar al Paraíso. Atrás quedaba la oscura selva en la cual me encontraba rodeado de furiosas bestias.

Mi puerta de entrada fue la isla de Lampedusa al igual que muchos otros recién llegados. En un intento para esconder esta realidad, los desembarcos se hacen sin previo aviso y, casi siempre, de noche. En el Centro de Recepción de Inmigrantes, en el interior de la isla y alejado del municipio, los inmigrantes permanecen semanas e incluso meses hasta ser trasladados a Sicilia y, después, muy probablemente a otras ciudades de Italia, como Roma o Turín.  Me sentía solo y echaba de menos a mi maestro Virgilio. Un compañero abrazándome me dijo que en Italia son todos «machos» aunque, por si acaso, la ley reconoce las uniones formadas entre personas del mismo sexo, pero no las llama matrimonios. Una sensación extraña invadía mi cuerpo. Yo le explique que este no era mi caso. Es de un hombre virtuoso no dejarse llevar por estos impulsos. Yo había emprendido esta travesía para reencontrarme con mi amada Beatriz. Por fin le diría cuanto la quería.

Un FIAT 500 bicolor avanzaba lentamente. Dentro se encontraba una joven vestida de blanco. ¡Era Beatriz, no podía creerlo! ¡Tanto había esperado este momento! Era demasiada dicha después de tanto sufrimiento. La contemple maravillado. Trompetas anunciaban su arribo. No eran trompetas sino la bocina de su auto para que me moviera.

A partir de este momento Beatriz se convirtió en mi guía. Yo estaba dispuesto a acompañarla donde ella quisiera. Para romper el hielo me invito a tomar un café.

Aunque me resultaba difícil la elección, yo me decidí por un capuccino y un cornetto relleno de crema. Beatriz en cambio escogió uno vuoto porque estaba a dieta. Aunque era temprano, la camarera luce un peinado elaborado y un maquillaje perfecto. El barista pelo corto con un jopo hacia atrás, cejas depiladas, como si de un modelo metrosexual se tratara. Beatriz me explico que un barista es aquel que trabaja en un bar y empleó dos semanas de su vida en aprobar un curso que lo habilita para servir el café. Porque, si de café se trata —aunque ahí no se produce—, no hay ninguno como el italiano. Ellos son los inventores del café expresso. Ristretto, lungo, orzo, mochoccino, marrochino… ¡Hay variedad para todos los gustos! Pero nunca un capuccino después de las 11. Si pides un cappuccino a media tarde, estarás delatando tu condición de foráneo.

Cuando le estaba contando que para salir del infierno junto al poeta Virgilio tuvimos que ascender por el pecho peludo del propio Lucifer mientras este lloraba y no paraba de masticar a Judas Iscariote. Beatriz me interrumpió dulcemente y me hizo notar que ese no era un buen tema de conversación para un primer encuentro con una mujer. El hombre italiano es un conquistador. Si bien antes existía el legionario hoy existe el marpione. El típico italiano que no puede resistir el instinto de cotejar a cualquier bella ragazza haciéndole creer que ella para él es especial, aunque luego ella descubra que todas son especiales para él. Hablaba con la sabiduría de un alma eterna. Sus palabras colmaron mi corazón con serenidad y satisfacción.

La apariencia es fundamental me resalto.

Todos lucen ropa con marca y no necesariamente de marca, aunque sea del mercadillo del fin de semana. ¡Cuanto más grande el logo, mejor! Lo importante no es que sea caro, sino que los otros crean que lo es. Esta es la tierra de Dante, Miguel Ángel, Leonardo y Botticelli, pero también la de Salvatore Ferragamo, Giorgio Armani y Versace.

Cerro dulcemente mis ojos con sus manos y al abrirlos, grande fue mi sorpresa. Mi túnica y calzas habían desaparecido y en su lugar llevaba zapatos, pantalones stretch, una camisa ceñida al cuerpo, cuello elevado y gafas de sol (de marca, claro).

A ese gusto y sentido de la estética desborda por completo el de la ética. Aunque se diga una cosa y se haga otra, se muestre una y se oculte otra, no se deja de ser un buen cristiano. Es que la luz de la Iglesia lo inundaba todo y por momentos te puede cegar.

Yo la acompañaba mientras ella guiaba. Nos saltamos colas, aparcamos en lugares prohibidos, conducía rápido y no cedía el paso a los peatones por lo que yo le pregunte si esto era correcto. Ella con una suave mirada me resalto que el italiano es un gran profesional de la optimización, siempre encuentra el camino más corto, incluso y sobre todo, cuando no es legal. Para poder sobrevivir es necesario desarrollar un pensamiento lateral.

Recorrer sus calles y ciudades era como realizar un viaje a otro tiempo. Sus maravillosos monumentos y antigüedades, sus vetustas infraestructuras y la mentalidad de su gente nos portaban a un tiempo pasado.

Si no tienes padres italianos y si no eres funcionario publico debes trabajar. Me advirtió Beatriz con profunda sabiduría.

Los negocios, como la política, es cosa de hombres y se basan en contactos y favores. Siempre es útil una raccomandazione.

Es importante anteponer un título académico al nombre durante la presentación. Dottore, ingegnere, o al menos un p.i. o perito industriale. El título es una señal de estatus y distinción. Si no se tiene uno hay que apelar a la imaginación, apelar a un titulo honorifico como Grande Ufficiale, Commendatore, Eccellenzao un sobrenombre como Il Mago. Pero ojo con usar el apelativo de Don.

En la calle, si alguien quiere venderte algo, si alguien quiere pedirte algo, si quiere engañarte, te llama «maestro». No pude mas que agachar la cabeza y sentirme indigno. ¿Qué pensaría mi maestro Virgilio de esto?

Casi todos los puestos de decisión están en manos de personas mayores, aunque afortunadamente parece que esto ya esta cambiando, y la lealtad se antepone al talento me advirtió mi amada.

La Mafia, con una facturación superior a los 150.000 millones de euros, lo que representa el 10% del PIB italiano, es «la principal empresa del país». Eso si, no les pidas un justificante de pago y si no eres italiano ten en cuente que es muy difícil hacer carrera allí.

Por el contrario, si te dedicas a la política puedes llegar a ser hasta senador vitalicio. Para acceder y conservar el poder solo es necesario echar la culpa de todos los males a una causa simple, emocionalmente sencilla de entender y poco argumentada como la inmigración. Prometer que todo cambiara para que todo siga igual. Iba a preguntarle algo, pero calle. Beatriz con una mirada me invito a que hablara tranquilamente. Entonces pregunte que sucedería si ganara. Me dijo que no debería preocuparme por mi falta de experiencia y/o incompetencia. Porque, aunque caigan los gobiernos, o incluso sin gobierno, el país sigue funcionando igual.

A la hora del almuerzo Beatriz me presento a su familia. Todos gritaban y gesticulaban. Se saludaban con dos besos comenzando de derecha a izquierda. El centro de la familia era la mamma, esposa abnegada siempre dispuesta a dejarlo todo por la familia, y ocuparse de su casa. El libro «Cásate y sé sumisa» fue todo un éxito de ventas en Italia.

De primero comimos unos tagliatelle caseros acompañados con salsa ragú. ¡Jamás spaghetti u otra pasta, y menos aún, llamar boloñesa al ragú! De segundo un bollito misto. Es que en Italia se acostumbra a comer al menos un primero y un segundo. Para beber, una botella de Sangiovese. Hay que tener en cuenta que cada región y cada piccollo paese tiene su propia tradición culinaria. Aunque resulte banal para la mayoría de los mortales en Italia no lo es. Algunos ejemplos de esto eran el tartufo bianco d’Alba, la mortadela de Bologna, el aceto balsámico di Módena, il maialino al forno de Cerdeña, el Parmiggiano Reggiano, el prosciutto de Parma, etcétera. Aunque hayas comido de todo nunca será suficiente.

Los niños suelen dejar la casa cuando comienzan a ser autosuficientes a los 30 o 40 años. Pero es habitual que no se vayan lejos de la mamma. El mammismo, la excesiva dependencia de la madre puede ser motivo para anular un matrimonio. Cuando la mamma se convierte en nonna, se ocupa de cuidar a sus nietos.

Los vínculos familiares son muy fuertes y en algunos casos donde algunos integrantes intentan dejar a la «familia» lo pagan con su vida. Amanecer con una cabeza de caballo en la cama no es una buena señal. Yo me asuste, pero fueron nuevamente los ojos de Beatriz los que me devolvieron la calma.

Al atardecer, la bella mujer madura deja lugar en la pantalla a un conductor, hombre y simpático, secundado por un grupo de chicas, mudas pero guapas. Reducidas y auto reducidas a un objeto sexual. Es que la presencia de la mujer en la televisión no tiene identidad propia, sino que obedece a contentar y secundar el deseo masculino. La cancelación de la identidad de las mujeres ocurre bajo la mirada de todos, pero sin que haya una reacción adecuada, ni por parte de las mujeres mismas. El tema del día, como casi todos los días, era la inmigración y el invitado estrella era yo. Profundo orgullo sentí al comenzar la entrevista cuando el conductor me pregunto porque no me quitaba las gafas de sol. Grande fue mi sorpresa al descubrir que había quienes estaban a favor y quienes estaban en contra. Es que no hay una sola Italia me advirtió Beatriz. Estaba la de la derecha y la de la izquierda, la del norte rica e industrializada y la del sur pobre y agraria.

Bromas, música y política llenaban la grilla del programa.

A la salida del estudio nos dirigimos a hacer el aperitivo. Le pregunte a mi amada sobre esta costumbre y todo lo que lo rodeaba. Beatriz me explico que esta costumbre nació en Turín como un preludio para la cena, pero rápidamente se extendió por todo el país e incluso, en ocasiones, reemplaza la cena. El término «apericena» (por aperitivo y cena) fue incluído en el Diccionario de la lengua italiana Zingarelli en el año 2011. El precio suele ser fijo e incluye una bebida y un picoteo de diferentes platos que el local ofrece. Yo me decante por un Campari y ella por un Spritz, un cóctel que lleva Aperol (un licor de hierbas italiano), prosecco y agua con gas.

Todos lucían despreocupados, como personajes de un comercial de Martini, hacían alarde del Italian Style. Sentí una inmensurable felicidad hacia esas almas. Cuanto merecían el goce celestial. La consigna parecía ser pasarla lo mejor posible a pesar de la Mafia, la corrupción, el nepotismo, la fuga de cerebros, la falta de crecimiento, el paro y la baja tasa de natalidad.

Cuando ya creía haber alcanzado el cielo con las manos vi que una luz cegadora se acercaba hacia mi. Poco a poca fue haciéndose mas brillante. De repente un potente rayo atravesó mis ojos. Al abrirlos grande fue mi sorpresa. Era el mismísimo Papa quien estaba junto a mí. Su imagen me estremeció. El me invito a conocer la Ciudad del Vaticano. Mi corazón se arrebato de alegría. Conocería el secreto de todo y de todos. Las preguntas que el hombre se venia haciendo a lo largo de la historia de la humanidad se me serian reveladas. Gire para compartir mi felicidad con Beatriz, pero ella ya no estaba ahí. Luego comprendí que la Iglesia también es cosa de hombres.

El Papa había olvidado la llave por lo que tocamos el timbre para poder entrar. Atravesamos el umbral. Mis ojos vieron un espectáculo increíble. Conocí el Palacio Apostólico, la Capilla Sixtina y la Basílica de San Pedro. Avanzábamos lentamente mientras los soldados de la Guardia Suiza nos saludaban a nuestro paso. Terminamos el recorrido en la Casa de Santa Marta donde me invito a comer una auténtica pizza napolitana.  Por contrato allí solo preparaban pizza italiana. Aunque no tenía hambre no podía decirle que no. El me explico que si pides pizza es una por persona. Pepperoni son pimientos y no salami picante. Si pides una pizza con ananá es probable que te deporten. En el preciso momento en el que la claridad se abría paso añadió. Para el italiano su pasta y su pizza son las mejores del mundo y no hay otra igual. Igual que los argentinos exclamé con ingenuidad. El italiano es un argentino que nació en Italia, odia a los franceses y querría ser alemán dijo con profunda sabiduría. Contrario a lo que muchos creen la antipatía a los franceses es anterior a Carla Bruni. Posiblemente consecuencia de la invasión Napoleónica o porque la flor de Liz es toscana y no francesa. Algo de lo cual yo podía dar fé.