Antes de poder facturar mi equipaje y obtener la tarjeta de embarque para subir al avión que me llevaría a Tel-Aviv, como el resto de los pasajeros fui sometido a un interrogatorio y a un exhaustivo control por parte de personal de seguridad.
—¿Cuál es el motivo de su viaje a Israel?
—Viajo por una reunión de trabajo.
—¿Y cuál es el motivo de esta reunión de trabajo?
—Presentar una idea.
—¿La idea es suya o se la dio alguna otra persona?
—Es mía.
—¿En algún momento expuso la idea a terceros o la dejó sin custodiar?
—Solo la compartí con mi mujer y mi profesor de la universidad, toda gente de confianza.
—¿Constituye de alguna manera un riesgo a la seguridad o incentivo al terrorismo?
—No, de ninguna manera. Es una idea de negocio.
—¡Pase la idea por el scanner y espero que tenga buen viaje!
—¡Muchas gracias!
El vuelo en ELAL, la línea aérea de Israel, fue una excelente manera de tener un primer contacto con la sociedad israelí, ya sea porque sirven hummus con pitas calientes en el avión o porque los pasajeros hablan unos a otros de un pasillo a otro como si estuvieran en sus casas haciendo caso omiso a las peticiones de las azafatas.
Una vez aterrizado en Tel Aviv, comienza a formarse la fila para desembarcar antes que el avión se pose en la manga. El aeropuerto se llama David Ben-Gurión como el primer Primer Ministro de Israel según pude saber. Solo tienen un aeropuerto internacional ya que Israel es muy pequeñito. Tiene tan solo 20.000 kilómetros cuadrados. Pasado el control de pasaporte y retirado el equipaje, me dirigí a una casa de cambio para disponer de efectivo en moneda local. Mientras esperaba a que me atendieran, una pareja de israelíes, aparentemente sin darse cuenta, se paró delante de mí.
—Disculpen, pero estoy esperando a que me atiendan.
—Sí, lo sabemos, no se preocupe. —Lo dicen sin moverse del lugar.
Ya en el exterior del aeropuerto, me pongo en la cola para tomar un taxi, cuando otra persona ocupa mi lugar en la fila.
—Disculpe, pero todos nosotros estamos en la cola para tomar un taxi.
—Lo siento, no sabía que estaban esperando para tomar un taxi.
¿Qué pensaría que estábamos haciendo todos nosotros parados en línea en la vereda detrás del cartel que dice «Taxi»?
El calor en el exterior era sofocante.
Finalmente, logré llegar al final de la cola y coger un taxi.
Luego de proporcionarle la dirección, el taxista me preguntó:
—¿Quiere que acordemos un precio fijo o que le cobre lo que indica el taxímetro?
¿Acaso no debería cobrarme lo que indica el taxímetro? ¿Será que la pregunta tiene trampa?
Le respondí:
—Lo que sea más económico.
—¿Viene a una boda o es un judío religioso?
—Vengo a una reunión de trabajo.
—¿Vestido así?
—Sí, en mi país vestimos con traje y corbata para las reuniones de trabajo.
—¿A qué se dedica?
—Trabajo en una empresa de tecnología.
—¡High tech! Seguramente ganará bastante bien.
—No me quejo.
—¿Esta es su primera visita a Israel o ya había estado aquí antes?
—Esta es mi primera vez.
—Ya verá que le gustará. ¿Qué empresa viene a ver?
—En realidad, vengo a ver a una persona.
—¿Sabe que muchas empresas de tecnología como Microsoft, Intel o CISCO tienen sus centros de investigación y desarrollo en Israel?
—Si, lo sé.
—¿Sabe que Waze, el USB, el tomate cherry, el sistema de riego por goteo, un aparato que crea agua potable del aire que no recuerdo como se llama se crearon aquí?
—No sabia que el tomate cherry fue creado aquí.
—Aunque el tomate cherry no es un invento totalmente israelí fue un equipo de científicos de la Facultad de Agricultura de la Universidad Hebrea de Jerusalén los que desarrollaron las modificaciones necesarias que lo popularizó en todo el mundo. Pensar que cuando yo era chico vivía en un kibutz y plantábamos naranjas. ¿Sabes lo que es un kibutz?
—No.
—Una especie de granja colectiva cuyo objetivo era crear una sociedad igualitaria, secular, no capitalista y basada en principios marxistas, que fuera capaz de crear un hombre nuevo. Por suerte abandonamos las naranjas e invertimos en tecnología. ¡Quizás sea por esto por lo que la izquierda no nos quiere! – El hombre ríe. —Espero que usted no sea de izquierda.
El interrogatorio en el aeropuerto parece ser, más que por seguridad, un preparativo de lo que se encontrará en el país. De acuerdo con la forma de conducir de este hombre los israelíes viven intensamente cada momento de sus vidas como si fuera el ultimo.
—A pesar de que las carreteras no paran de crecer el trafico no deja de empeorar. Pero ya estamos aquí.
Entre un plus por el equipaje, recogida en el aeropuerto y servicio en ingles el viaje termino costando el doble de lo acordado.
En la recepción de la empresa no había a quién preguntarle por la oficina de Eliezer.
Mientras esperaba a ser atendido, me pregunté por qué sería que Israel tiene más empresas cotizando en bolsa que toda la Unión Europea, India y China juntas. Cuando, de pronto, vi pasar una chica y le pregunté:
—Discúlpeme, pero estoy buscando a Eliezer Halevy. ¿Me puede indicar dónde puedo encontrarlo?
—Claro que sí. Tome el ascensor al final del pasillo hasta el segundo piso, la oficina de Eliezer es la primera a la derecha. Golpee la puerta y él lo atenderá.
Por lo que pude investigar en Internet, el fundador y CEO de la empresa con la cual me entrevistaría era descendiente de judíos europeos, se recibió con honores en el Technion, el principal y más antiguo instituto tecnológico israelí, fundado el 11 de abril de 1912, 8 años antes del arribo de los británicos a Palestina, y desde entonces estuvo involucrado en la creación y desarrollo de diversas empresas en Israel y Estados Unidos.
Contrario a lo que podía imaginar, Eliezer no tenía secretaria y vestía vaqueros, camiseta y sandalias.
Después de la correspondiente presentación, me solicitó que le comentara la idea sin más preámbulos. Acostumbrado a trabajar con extranjeros me explica que trabajar con israelíes requiere no ser excesivamente sensible, ya que en Israel es más importante ser claro y directo que ser «políticamente correcto». La informalidad es la pauta general. Entusiasmado, me propuso ponernos en marcha, buscar la manera de hacer que dicha idea fuera realizable.
—¿Le parece posible? —pregunté.
Eliezer se ríe y después exclama – Creamos un país en medio del desierto y al día siguiente de nuestra declaración de independencia todos los países vecinos nos declararon la guerra y este pequeño país recién creado, sin armas ni recursos, les gano la guerra. Ya pasamos por seis guerras y aun estamos aquí, ¿y tu me preguntas si es posible? ¡Claro que es posible! Imagino que tendrás hambre después de tanto viaje.
Fue entonces que nos trasladamos a un restaurante tripolitano cerca de la oficina de Eliezer. En la puerta un guardia nos pasa un detector de metal y nos pregunta si llevamos alguna arma. Ya en el interior Eliezer platica con Beni, el jefe de cocina, y este entusiasmado llama por teléfono a un tal Misha, que, según entendí, trabajaba en alguna instalación subterránea y quien, minutos más tarde, se sumó a la reunión.
—¿Viene a una boda o es un judío religioso? —me preguntó la camarera.
—Visto así por trabajo.
—¿Trabaja vestido con traje y corbata?
—Sí, en mi país vestimos así, sobre todo para reuniones de trabajo. Usted es la segunda persona que me pregunta por esto.
—Lo siento, tal vez sea porque en Israel no importa cómo vistas, sino que seas eficiente, puntual y trabajador.
A petición de Eliezer yo volví a explicar mi idea al jefe de cocina, a Misha, un trabajador en una misteriosa instalación subterránea, y a la camarera.
—¡Muy bueno! ¡Muy bueno! —dijo Misha.
Le gustó la idea, pensé.
—¡Muy bueno este cous-cous! —siguió Misha.
—Gracias, Misha. ¡Tú debes ser mi más ferviente admirador! —agradeció Beni.
Sin mediar un «discúlpenme» o «perdonen mi intromisión», la camarera exclamó mientras nos servía limonada:
—¡No estoy de acuerdo! Creo que están equivocados —y a continuación expuso su punto de vista. Todos —incluida la camarera— tienen algo que decir. Interrumpen mi explicación, gritan y se apasionan sin dejar de comer.
De pronto, sonó un teléfono y Beni exclamó:
—Lo siento, pero me tengo que ir, aparentemente hay un problema que requiere de mi atención.
Se estará quemando un guiso, pensé.
Ante mi cara de desconcierto Eliezer me explicó que Beni era director en uno de los principales venture capital o fondos de capital de riesgo en Israel y que ocuparse de la cocina del restaurante, que es propiedad de su familia desde que llegaron a Israel en 1942, era una distracción. Los fondos de capital de riesgo son uno de los factores de éxito del éxito económico israelí. Todo comenzó con 200 millones, pero en 10 años ya eran 15.000 millones dispuestos a invertir en compañías locales. Toda buena idea encuentra financiación. Los fondos no solo aportan dinero sino experiencia, gestión y contactos vitales. El Estado es un mero catalizador entre los emprendedores y los fondos de capital de riesgo internacionales.
Para intentar entablar conversación le pregunte a Misha, el misterioso trabajador de la instalación subterránea:
— ¿Misha es un nombre ruso?
— ¡Así es! Mis padres llegaron a Israel en los años 90, cuando la URSS abrió sus fronteras, y aunque yo nací aquí me pusieron un nombre ruso. En realidad, ellos siguen hablando ruso y viviendo como en la antigua unión soviética, pero con 40 grados de temperatura a la sombra. — Risas — Se estima que hay unos 900.000 rusos viviendo en Israel. Este es el país del mundo mas abierto a la inmigración. Uno de cada tres habitantes ha nacido en el extranjero y nueve de cada diez es inmigrante o hijo de inmigrante. Según la ley de retorno todo judío independientemente de donde haya nacido tiene derecho a vivir en Israel.
—Y, ¿a qué se dedica? —pregunté a Misha.
—Soy un estudiante avanzado de matemáticas.
—¿Y qué tipo de trabajo realiza en una instalación subterránea? Si es que me lo puede decir.
—Claro que sí, trabajo en un parking subterráneo, lo que me permite estudiar y ganar algún dinero mientras tanto. Como se imaginará, tengo bastante tiempo libre.
—¿Y la camarera?
—Ella se llama Yael y era la jefe de la unidad del ejército donde Beni realizo el servicio militar. Cuando quieres conseguir trabajo en Israel siempre te van a preguntar qué hiciste en el Ejército. Israel es uno de los pocos países del mundo con servicio militar obligatorio para las mujeres. Dos años de duración para las mujeres y tres para los hombres.
—¿Puede una mujer ser jefe de una unidad del ejército?
— Las mujeres representan el 34% de la fuerza militar y una cuarta parte de la oficialidad. La mujer israelí es independiente, emprendedora y goza de los mismos derechos que los hombres. Ojo con decirle algo impropio que te puede costar un juicio por acaso sexual.
—¿Qué hace una chica como esta trabajando de camarera en un restaurante?
—Habitualmente los camareros en Israel es gente joven, estudiantes o recién salidos del servicio militar que ahorran dinero para hacer un gran viaje al exterior.
—¡Ahhh!
Fue entonces cuando me quité el saco, la corbata y terminé de comer ese maravilloso cous-cous en esta irreal mezcla de oriente con occidente.