Izquirecha o dererda

Aquella dicotomía política, izquierda y derecha, que nació hace mas de 200 años con la Revolución francesa y que ha regido el mundo desde entonces, se acabo con la desaparición de la antigua Unión Soviética. Políticos apasionados, de pensamientos aparentemente contrarios, dejaron de sentarse por separado, se conocieron, se enamoraron y terminaron por dar a luz a una nueva corriente política. Desapareciendo el mundo bipolar que conocieron hasta entonces. Ya no había mas blancos o negros, sino grises; ya no había más izquierda o derecha, sino izquirecha o dererda, según como más le guste llamarla.

Para evitar cualquier suspicacia, idealmente debería ser un palíndromo, palabra que se lee igual de izquierda a derecha que de derecha a izquierda, pero, desafortunadamente, no es el caso.

Sin embargo, esta ausencia de consenso de cómo llamarla pone de manifiesto uno de sus valores fundamentales. Los hombres y mujeres de la izquirecha o dererda, según como más le guste llamarla, creen profundamente en la libertad, entendiendo esta como la posibilidad de los seres humanos de actuar a voluntad, sin restricciones, respetando su propia conciencia y sin perjudicar los mismos derechos de los demás, para alcanzar su plena realización. Es por ello por lo que son fervientes defensores de la democracia y de los derechos fundamentales de las personas y se oponen a todo tipo de autoritarismo, ya sea de izquierda o derecha.

Los hombres y mujeres de la izquirecha o dererda, según como más le guste llamarla, saben que todos son iguales pero que igualdad no significa uniformidad. Saben que hay gordos y flacos, heteros y gays, ricos y pobres, veganos y carnívoros, pero todos son iguales ante la ley.

Los hombres y mujeres de la izquirecha o dererda, según como más le guste llamarla, consideran a la religión como una creencia individual y que no debe imponerse de forma institucional a una sociedad, por lo que creen profundamente en la separación de poderes entre religión y Estado. Sin dicha separación no es posible hablar de derechos humanos y democracia, porque, en el mejor de los casos, seremos tolerantes, que no es lo mismo que iguales.

Consideran que el Estado debe garantizar el acceso de todos los ciudadanos y/o residentes a derechos básicos como sanidad y educación. Solo en caso de necesidad debe ocuparse de gestionar medios de comunicación, planes de pensiones, infraestructuras —tales como aeropuertos, puertos y carreteras, medios de transporte, fábricas o cualquier otro medio de producción. De ninguna manera por nostalgia o por orgulloso. Son consientes que los recursos son limitados y que al Estado lo mantienen entre todos. Saben que los ricos pueden ser solidarios pero que no son idiotas y que ningún inversor internacional les dará dinero sin recibir algo a cambio.

Ante la disyuntiva entre proteccionismo o integración, la izquirecha o dererda, según como más le guste llamarla, se posiciona claramente del lado de la integración. Cree en la globalización y vela por la libre competencia, leal, sin distorsiones ni discriminación, logrando así condiciones equitativas entre las naciones. Por lo tanto, está en contra de aplicar subsidios y aranceles. Entiende, por ejemplo, que los subsidios agrícolas que aplican países desarrollados como los de la Unión Europea benefician a las grandes industrias agrícolas, que dañan el medio ambiente y emplean a trabajadores inmigrantes que en muchas situaciones tienen menos protección que los animales, restando recursos económicos, y, por lo tanto, posibilidades de desarrollo a los países más pobres, de donde provienen dichos trabajadores, donde la agricultura representa una parte sustancial de su economía.

Sin embargo, aunque la transición sea poco simpática, y por momentos dolorosa, la izquirecha o dererda, según como más le guste llamarla, cree que la innovación y la trasformación es la herramienta más potente para estimular el crecimiento económico y mejorar la calidad de vida a largo plazo de la población. Saben que los líderes de este cambio son los llamados emprendedores y no el Estado. Personas capaces de reunir todos los recursos necesarios —capital, gestión, trabajadores y estrategia de negocio— para transformar una idea en un nuevo negocio, o incluso en una nueva industria que puede cambiar al mundo. Pero como esto es una cuestión de Estado, éste debe proporcionar un entorno de políticas públicas que posibiliten su realización. Asegurando que el poder de computación, datos personales y conocimiento biológico, no sean usados en contra, sino a favor del ciudadano.

Los hombres y mujeres de la izquirecha o dererda, según como más le guste llamarla, promueven la creación de órganos de gobierno a nivel barrial, municipal, regional, nacional, multinacional - como lo intenta hacer la Unión Europea - y finalmente a nivel mundial, expresado y gobernado posiblemente a través de la ONU, aunque preferiblemente de forma mas transparente y eficaz. Porque una economía global y una política nacional, hace ineficaz al sistema político actual.

Sin embargo, no hay que cometer los errores del pasado. Este nuevo gobierno global debe respetar las identidades locales y nacionales. Por eso no hay que tener miedo de reconocer antiguas reivindicaciones nacionales, aunque esto signifique la subdivisión de países existentes y la creación de otros nuevos. En un contexto de integración global esto carece de importancia, aunque sea necesario rehacer los mapas.

Los hombres y mujeres de la izquirecha o dererda, según como más le guste llamarla, consideran a la inmigración como algo normal, y a los refugiados como gente necesitada de ayuda. Sin embargo, piensan que la mejor forma de abordar estos fenómenos es influenciando positivamente en los países de origen. No temen enviar tropas al exterior, aunque muera algún soldado, siempre que los valores que defienden se vean amenazados. Consideran a los problemas de los demás como propios, creen que simpatizando unos con otros, es posible cooperar con extraños y trabajar juntos para un objetivo común.

A los hombres y mujeres de la izquirecha o dererda, según como más le guste llamarla, les preocupa que la democracia en el mundo árabe sea prácticamente inexistente, que se oprima a la mujer, se persiga a los homosexuales, que no se respeten ninguno de los derechos fundamentales. Por eso son críticos con las políticas occidentales, tanto norteamericanas como europeas, porque solo se preocupan de los aspectos estratégicos, oportunidades comerciales y el poder; pero no de las personas, de los derechos humanos o las libertades. Convirtiéndose así, en cómplices del avance del totalitarismo en el mundo. Creen que lo esencial no es cambiar el poder, sino la sociedad.

Los hombres y mujeres de la izquirecha o dererda, según como más le guste llamarla, reconocen al derecho de Israel a defenderse y a existir, y resaltan su democracia como un ejemplo para los otros países de la región. Sin embargo, saben que, muchas veces, la crítica a las políticas de Israel es legítima y necesaria, pero tienen claro que no se le puede culpar de todos los males que aquejan a los palestinos. Les interesa saber qué responsabilidad tienen los palestinos en su propia miseria y de ninguna manera justifican la violencia, porque lo único que despierta es mayor violencia y división.

A los hombres y mujeres de la izquirecha o dererda, según como más le guste llamarla, les preocupa que países totalitarios sean miembros de pleno derecho de organizaciones como las Naciones Unidas, utilicen a estas instituciones en su beneficio y distorsionen de esta manera su razón de ser. Ellos tienen claro que democracia significa no solo votar, sino división de poderes y prosperidad.

Los hombres y mujeres de la izquirecha o dererda, según como más le guste llamarla, están comprometidos con la naturaleza y el medio ambiente, aunque aun no entiendan en que cesto debe tirarse cada uno de los desechos. Pero jamás una toallita al inodoro. Consumen productos de proximidad, utilizan bolsas de papel y se mueven en vehículos eléctricos. Automóviles, bicicletas o patinetas dependiendo de su poder de adquisitivo. Todos orgullosos por cuidar el medio ambiente.

Por todo lo dicho, puede que la izquirecha o dererda, según como más le guste llamarla, no resulte simpática, pero su objetivo no es ser popular, aunque por ello no la vote casi nadie. 

Mi solidaridad con el pueblo palestino
Encuentro conmemoración Primavera Árabe
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