Hablar de judaísmo es hablar de diversidad. Una multiplicidad originada en el propio judaísmo, en la dinámica interna social y cultural de cada comunidad judía y en la interacción de los judíos con la sociedad que les rodea. Este fenómeno se traduce en expresiones culturales judías considerablemente diversas y únicas, siendo cada una de ellas tan auténticamente judía como las demás. Aunque en ocasiones sea sumamente difícil separar por completo lo sacro de lo profano, lo religioso de lo secular.
A inicios de los años 70, la música disco era un fenómeno underground, pero poco tiempo después, todo el mundo hacía cola para entrar a una discotheque.
La música disco nacía para tratar de liberar a la gente a través del baile. Eran Los últimos coletazos de la guerra de Vietnam, años de lucha por los derechos civiles, y escándalos políticos como Watergate. El mundo estaba cambiando y los jóvenes acudían a los clubes fascinados por la música y el baile, para olvidarse por unas horas, de sus problemas y de todo lo demás.
La música disco tenía la influencia del Rhythm & Blues, y de varios géneros anteriores, como el funk y el soul, e incluso algo de la salsa latina. Era un estilo abierto, integrador, donde la percusión era fundamental, porque la esencia de la música disco era poder bailarla.
La música disco impregnó cada club de moda de ciudades como Nueva York y se convirtió en un refugio para colectivos marginados como jóvenes afroamericanos, latinos, gays, lesbianas, travestis y personas trans, que sentían que la música disco era, en cierto modo, una liberación.
Algunos judíos no tardaron en sumarse adoptando rápidamente sus tradiciones y costumbres como el baile, las luces, el estilo y su peculiar forma de vestir. Judíos que construyeron en torno a la música disco su religión.
Ellos vestían trajes de tres piezas con pantalones Oxford, de tiro alto, y camisas con cuello en V, muy apretada, como si fuera una segunda piel, necesaria para realizar los efusivos pasos de baile a los que obligaba el disco, casi siempre blanca.
Ellas llevaban pelucas afro, lentes de enorme tamaño, mínimos vestidos de lentejuelas o pantalones muy cortos. Ambos con zapatos con una gran plataforma. Prácticamente indistinguibles de todos los demás salvo que algunos de ellos llevaban kipots y según sus propias palabras largas patillas siguiendo la recomendación de la Tora «No cortareis el pelo de los costados de su cabeza». Lo que denotaba su condición de judío.
Atuendo que fue imitado incluso por algunos reconocidos tzadikim de la época.
Mientras la mayoría de los movimientos ortodoxos se centraban en la lectura y el estudio de la Tora, el texto sagrado que involucra la totalidad de la revelación y enseñanza divina otorgada al pueblo de Israel, en el Judaísmo Disco estaban más interesados en tener experiencias intensas, personales y místicas con Dios, donde el cuerpo había heredado el lugar del texto.
Como movimiento, era emocional, anti-intelectual, no jerárquico, y tendía a atraer a una variedad de lo que algunos consideraban inadaptados sociales.
Para ellos el cumplimiento de las mitzvot o mandamientos era fundamental, pero, las mitzvot rituales, prevalecían por sobre las éticas o de comportamiento.
El ritual del viernes por la noche es uno de los símbolos fundamentales del judaísmo Disco. Al caer la tarde del viernes, limpios y con sus mejores ropas, se dirigen a las Salas de Baile o Discotecas, su lugar de reunión, locos por tomar una sugerente bebida alcohólica y bailar bajo los flashes de las luces hasta altas horas de la madrugada. Recreando de esta manera cada semana el pacto de pertenencia a la tribu y ratificando su fe en un solo Dios.
La pista de baile se convertía en el epicentro de la movida, en el lugar donde ocurría la magia.
La música era básicamente poder bailar, expresarse, desinhibirse, acariciar la sensualidad, su forma de comunicación con Dios, y los DJs los que hacían posible esta comunicación.
Desde su altar introducían las canciones y daban alguna explicación.
Combinando diversos estilos y tiempos conducía al público a un frenesí total. Con la finalidad de prolongar la diversión, y utilizando para ello dos platos con una misma canción, lograban crear verdaderos mix en directo, sobre las que iban alternando efectos de sonido.
El repertorio incluía una serie de canciones ya establecidas y por todos conocidas alternadas con otros éxitos del momento.
Una canción fundamental de la ceremonia era «Él es único» en la que manifestaban su creencia en un solo Dios y cuyo estribillo versaba:
Baila como el mejor, baila como nuestro señor;
No queremos a Travolta, tú eres nuestro único Dios.
Otra canción conocida de la época era «Viernes por la noche»que comenzaba así:
Llega el viernes por la noche, ven amigo mío a bailar;
La bola ya está girando, la música ya está sonando;
No trabajes, no estudies;
Recibamos todos juntos, el shabat.
¡La música no era en hebreo sino en ingles! Aunque no era frecuente la música en vivo los instrumentos musicales no estaban prohibidos.
Una regla por todos conocida era que la fiesta no comenzaba hasta contar con al menos diez personas en la pista de baile. ¡Porque necesitaban miniam!
El tradicional baile en pareja dejó paso al baile en masa. Una pista de baile llena de gente siguiendo los mismos movimientos transformaban el baile en una experiencia mística. En diversos momentos de la ceremonia los asistentes giraban y bailaban mirando a Jerusalén.
Hombres y mujeres bailaban juntos porque contaban por igual. Aceptando todo tipo de combinación sexual, racial, orientación sexual y cantidad ¡dúos, tríos, hasta una multitud! Sin complejos, vergüenza, ni culpa; porque el Judaísmo Disco era igualitario, progresista y liberal.
Incluso, rompiendo también, toda barrera entre ortodoxia y reformismo. Según el profesor Eliav Goodman de la Universidad Hebrea de Jerusalén, su devoción por la música y el baile, recuerda a la rama del jasidismo fundada por el rabino ucraniano Najman de Breslov, cuya creencia central es que la felicidad es la clave para una rica relación con Dios, y que es su deber espiritual - una mitzvá - difundir esa felicidad a los demás.
Hasta entonces, negros y blancos, gays y heteros, hombres y mujeres, ashkenazim y sefaradim, seculares y religiosos, se divertían por separado. En un tiempo de tanta confusión, la única respuesta era amarse unos a otros.
Un grupo musical representativo de esta época fue Idishe People, una innovadora formación musical de estilo disco de finales de los años 70. Fue famosa tanto por sus peculiares disfraces, como por sus canciones pegadizas, con letras sugerentes y llenas de dobles sentidos.
Estas personificaciones masculinas eran insinuaciones nada sutiles basadas en los estereotipos judíos de la época (el médico, el abogado, el contador, etc.).
Sus canciones no estuvieron exentas de polémica. Tal fue el caso de «Me voy de Majane», (en hebreo campamento), cuyo estribillo decía «I can’t goto YMCA, because I am not a goy». Dado que la Young Men's Christian Association (YMCA) es una asociación cristiana que se dedica a la ayuda y orientación de los jóvenes y por el doble sentido empleado con la palabra «Goy» (en hebreo «No judío») / «Gay» (Homosexual), lograron algo inusual hasta la época, que la Iglesia Cristiana y el colectivo gay se sintieran afectados y se unieran en una demanda conjunta contra Idishe People.
Aun hoy, en algunas ceremonias en las cuales los jóvenes se convierten en adultos y/o fiestas de casamiento, hay gente que representa la conocida coreografía con los clásicos movimientos de brazos haciendo las letras Majane.
Tras el éxito de un grupo de música rival llamado «In The Navy», Idishe People ofreció sus servicios al ejército de Israel. El cual acepto y en una muestra de buena voluntad envió al grupo de gira por los países árabes vecinos. Esto fue mal interpretado por los mismos dando origen a un nuevo conflicto bélico tras el cual el grupo desapareció de la escena musical. Reapareciendo años más tarde, algo mayores y más deteriorados físicamente, con el hit «You can’t stop our music», en castellano, «No pueden parar nuestra música».
Otro grupo que gano gran popularidad dentro de la comunidad fue ABBA. Hasta que a fines de los 80 se percataron que el nombre de la agrupación no se refería a «Padre» en hebreo, sino que era un acrónimo formado por las primeras letras del nombre de cada miembro (Agnetha, Björn, Benny, Anni-Frid), que eran suecos y que nada tenían que ver con la comunidad judía. Lo que provoco una profunda decepción.
Incluso una de sus canciones mas representativas, «Chiquitita», había sido traducida al ydisch como «Meidale», y era muy popular en algunas ieshivot de Brooklyn.
El titulo de la película «Thank God It's Friday» («Gracias a Dios que es viernes» en castellano), con Donna Summer y The Commodors, según algunos era fruto de la influencia del Judaísmo Disco en la sociedad de la época. Para otros, se trató tan solo de una mera coincidencia.
En abril del 77 dos judíos abrían la mítica discoteca Estudio 54 de la ciudad de Nueva York, ubicada en la Calle 54 Oeste en Manhattan, no solo para el público judío sino para todo el mundo. Por lo que el grupo recibió acusaciones de proselitista. Ellos afirmaban que el objetivo del Judaísmo Disco no es convertirlos sino compartir con ellos las enseñanzas que ellos recibieron con el resto del mundo. En otras palabras, la función del ser judío es la de guiar a las naciones del mundo hacia la era mesiánica donde todos cantaran y bailaran en un mundo mejor. La era mesiánica según ellos no sucederá debido a una intervención divina de un Mesías personal, sino que sucederá cuando todos los individuos del mundo, judíos o no, colaboren y contribuyan haciendo del mundo un lugar mejor.