La idea de red implica la interconexión de dispositivos y la posibilidad de compartir sus recursos a distancia.
A grandes rasgos, los componentes básicos para crear una red son los equipos y/o dispositivos que constituyen el hardware o parte física, los protocolos y/o estándares de comunicación que sirven para determinar cómo debe funcionar la red y la arquitectura o lógica con el que se conectan estos protocolos y/o estándares de comunicación.
Con respecto a la parte física, es importante distinguir entre los dispositivos de usuario final y/o periféricos que ofrecen servicios al usuario de forma directa y los de red, todos los que se interconectan para permitir que los primeros se comuniquen entre sí.
Los protocolos y/o estándares de comunicación son importantes porque gracias a ellos estaremos seguros que los diferentes dispositivos conectados funcionen adecuadamente según la lógica o arquitectura implementada.
La arquitectura de red es el medio o plan más efectivo para desarrollar e implementar un conjunto coordinado de productos que se puedan interconectar.
Una de las arquitecturas más difundidas es la arquitectura cliente-servidor, en el que las tareas se reparten entre los proveedores de recursos o servicios, llamados servidores, y los demandantes, llamados clientes. Un cliente realiza peticiones a el servidor, quien le da respuesta.
Aunque esta idea se puede aplicar a entornos monousuario, son más importantes las ventajas en un sistema operativo multiusuario.
Según su alcance las redes se pueden clasificar en LAN (Local Area Networks), MAN (Metropolitan Area Networks), WAN (Wide Area Networks) y GAN (Global Area Network).
Hasta finales del siglo XVI, el suministro de agua de los londinenses dependía de servidores o fuentes de agua tales como pozos poco profundos, del Támesis, de sus afluentes o de alguno de los de alrededor de una docena de manantiales naturales, incluyendo un manantial en Tyburn que fue conectado a través de una tubería de plomo a una gran cisterna o tanque, luego conocido como el Gran Conducto en Cheapside.
Los londinenses acaudalados que vivían en las proximidades de un conducto obtenían un permiso para una conexión domiciliaria, que era alimentada por acción de la gravedad.
Pero esta no era una red segura. Como el agua era extraída ilegalmente para fines comerciales e industriales, las autoridades municipales nombraron guardianes para los conductos, quienes debían asegurar que usuarios como cerveceros, cocineros o vendedores de pescado pagaran por el agua que ellos utilizaban.
Por el contrario, y particularmente para los hogares desprovistos de conexión a la red, esta era suministrada individualmente a los domicilios por los llamados “aguadores” (cobs, en inglés). En 1496 los “aguadores” se asociaron en su propio gremio llamado “La Hermandad de San Cristóbal de los Aguadores” (“The Brotherhood of St. Cristopher of the Waterbearers”).
En 1610 se fundó la Compañía de Río Nuevo (New River Company) para abastecer de agua a Londres mediante tuberías, con el fin de reemplazar el agua cada vez más contaminada del Támesis.
En cuestión de servidores no solo es importante la dimensión de los mismos sino que, en sistemas críticos como este, sean redundantes. Ya que es importante que en caso de mal funcionamiento o avería el servicio no se vea interrumpido.
El New River se extendía desde Chadwell, en Hertfordshire, hasta justo debajo de la cumbre de Islington Hill, donde un antiguo estanque de patos se amplió para convertirse en un depósito, que se conocerá como la “Fuente del Rio Nuevo” (New River Head). Allí se construyó la “Casa del Agua”, que alojaba a un obrero que controlaba el flujo de agua en tuberías, y donde los clientes que recibían su suministro debían pagar por el mismo.
Desde este hub se comenzó a construir un sistema de tuberías para el suministro hechas con troncos de olmos vaciados. Cada tronco se unía al siguiente tallando el extremo en un punto que luego encajaba en un agujero cónico en el siguiente tronco. No era el sistema ideal porque, los protocolos de comunicación y los materiales no eran los adecuados, las juntas se filtraban y los troncos de los árboles duraban solo unos pocos años antes de pudrirse, lo que requería su reemplazo frecuente. El problema de las fugas significaba que las tuberías no podían dejarse llenas permanentemente. Un sistema de llaves de paso controlaba el flujo, con el cual cada área era provista de agua durante una o dos horas varias veces por semana. Las instalaciones conectadas a la red de tuberías tenían sus propios tanques o cisternas de agua que se llenaban cuando fluía el agua, de manera que sus habitantes gozaban de un suministro continuo e incluso abundante de agua.
El avance tecnológico era resistido por aguadores, pero acogida con gran entusiasmo por parte de la población.
En 1850 habían unas 80.000 casas sin conexión a la red y existían aun unos 100-150 aguaderos en activo que cobraban un penique por cada balde de agua.
Afortunadamente el agua no era una bebida tan popular como hoy en día, incluso a los niños de la beneficencia les daban cerveza floja para beber.
En Agosto de 1854, con más de 2.5 millones de personas, Londres era la ciudad más grande del mundo en ese momento. Una urbe caótica y maloliente, con un serio problema de basuras debido al gran número de habitantes que soportaba y a la falta de un alcantarillado eficiente.
Mientras que los residuos líquidos, de cocinar o lavarse, eran vertidos directamente a la calle, los residuos fecales eran depositados en pozos negros de ladrillo situados en los sótanos de las casas los cuales debían ser vaciados con periodicidad. Los “hombres nocturnos” realizaban este oficio. El contenido de los pozos era vendido como fertilizante a los granjeros que rodeaban a la ciudad, pero cuando Londres creció, como el viaje resultaba mas largo, el precio de vaciar los pozos negros subió, la mayoría de los pozos negros eran desatendidos y su contenido rebosaba a los desagües diseñados para recoger sólo el agua de la lluvia, y que acababan contaminando las calles antes de descargar en el río Támesis, el cual era utilizado como una gran papelera de reciclaje, cuyas aguas aún se utilizaban para consumo humano.
El problema fue agravado con la introducción del retrete con cisterna para reemplazar las bacinillas o urinales. Un recipiente de vidrio, loza, barro u otro material, desprovisto de conexión a red, que se utilizaba para recoger los excrementos humanos. Esto incrementó en gran medida la presión sobre el sistema, ya que mientras requerían mayor cantidad de agua, aumentaban también el volumen de agua y desperdicios vertidos en los pozos negros.
Ya en 1848, a pesar de no contar con un sistema de alcantarillado adecuado, el parlamento había aprobado un Acta de Salud que obligaba a instalar en todas las casas que se construyesen a partir de aquella fecha un retrete por lo conveniente de aquel dispositivo.
La invención del retrete o water-closet data de 1589 y es obra del poeta inglés John Harrington. El diseño incluía una cisterna, que también podía servir de pecera según su propia descripción, una reserva de agua en la taza y una manija para activar el mecanismo de descarga.
Además de instalar uno en su propia casa en la localidad de Somerset, como la reina Isabel I de Inglaterra era su madrina, un retrete fue instalado en su palacio de Richmond. Pero, el ahijado de Isabel I no fabricó más inodoros porque la reina le negó la patente, por una cuestión de "decoro", aunque entendidos señalan que el verdadero problema era la falta de un sistema de drenaje.
El primer retrete moderno fue registrado en 1775, en Inglaterra, por el matemático y relojero Alexander Cummings.
Funcionaba con una palanca que al tirar de ella dejaba escapar el agua de un depósito y abría una compuerta en el fondo del retrete, vaciando su contenido en el desagüe; algo muy parecido a lo que tenemos en los trenes. Pero la gran innovación, no fue el deposito o la taza, sino la tubería del desagüe. Efectivamente, el relojero colocó una válvula en la taza donde caían los deshechos a través de una tubería en forma de “S”, la cual es conocida con el nombre de sifón. Con este nuevo invento se consiguió limpiar el agua y aliviar el olor, de ahí el nombre actual de dicho dispositivo: inodoro (sin olor).
Pero, además de gotear, la válvula que cerraba la salida de la taza resultaba poco efectiva. Las mejoras incorporadas por Joseph Bramah tres años más tarde, en 1778, fueron la clave del éxito del retrete o inodoro.
Bramah, un ebanista que también se dedicaba a instalar retretes, lo mejoró incorporándole una válvula a manivela que sellaba el fondo del tazón y lo patento a su nombre. En 1797 llevaba fabricados seis mil retretes y su empresa siguió haciéndolos hasta 1890.
A lo largo de ese siglo, “el Bramah”, tenía una posición dominante en el mercado, aunque no siempre conseguía un perfecto funcionamiento. Los desagradables gases que se formaban en los colectores y pozos ciegos poco ventilados, salían forzosamente a través de la válvula hidráulica dentro del retrete cada vez que este se utilizaba con el ruido de un petardo.
Posteriormente, alrededor de 1880, Thomas Crapper; cuyo apellido curiosamente significa, “cagador”; empezó a fabricar inodoros baratos y de gran calidad, con sifón, tubería en ‘u’ y cisterna elevada, más parecidos a los que tenemos en la actualidad.
La cisterna elevada trajo tres extraordinarios ventajas: el chorro cae a una velocidad suficiente para limpiar toda la taza, ahorra agua porque es imposible volver a accionar el mecanismo hasta que la cisterna este completamente llena y tiene una sola parte movible que la hace simple, eficaz y confiable. El correcto funcionamiento del dispositivo sumado a una fácil interfaz de usuario hacían de su uso una gratificante experiencia para el usuario.
En una época en la que apenas se hablaba de los accesorios de baño, Crapper promovió la plomería sanitaria y fue pionero en el concepto de la sala de exposición de accesorios de baño.
En 1883, gracias a Tomas Turifed, el retrete de porcelana se convirtió en el material más popular. Si bien la primera generación de inodoros estaba cargada de decoraciones,posteriormente aparecen otros modelos mas sencillos al alcance de todos.
Así pues, hacia 1890, el inodoro ya era un elemento bastante difundido por Gran Bretaña y parte de Europa.
Más de 100 años más tarde otros innovadores siguieron ejemplo de estos pioneros. Bill Gates, al igual que Bramah, coloco un PC en cada hogar, y Steve Jobs, como Crapper, fundo un imperio en base al marketing y la experiencia de usuario.
A pesar de la extendida creencia entre la población y los médicos de que las frecuentes enfermedades y epidemias de cólera y tifus se transmitían por el aire, pronto se darían cuenta que era consecuencia del suministro de agua contaminada a la ciudad.
La Ley del Agua de la Metrópolis de 1852 estipuló que todos los suministros de agua traídos por acueductos abiertos debían ser limpiados por filtración, y los canales de suministro a menos de cinco millas de la Catedral de San Pablo debían estar cubiertos. Estas fueron las primeras medidas anti-virus y otros agentes maliciosos en el sistema.
Pero el caluroso verano de 1858 trajo lo que se conoció como el Gran Hedor. Fue tan malo que una revista de salud publicó "los hombres caían fulminados con el hedor". Incluso las clases más privilegiadas y las personas más poderosas la sufrieron, ya que el parlamento está situado al lado del río. Después de inútiles intentos de detener el olor cubriendo las ventanas con cortinas empapadas con productos químicos, el parlamento finalmente aprobó un plan para poner fin al problema.
La solución propuesta hecha por el ingeniero jefe del Metropolitan Board of Works, el organismo de obra pública de la ciudad, Joseph Bazalgette (similar a una oferta hecha por el pintor John Martin 25 años antes), consistía en crear un sistema subterráneo de alcantarillas capaces de conducir las aguas residuales domiciliarias y pluviales, que hasta entonces fluían libremente por las calles de Londres, aprovechando la pendiente natural del valle.
Las alcantarillas al norte del Támesis acababan en Abbey Mills y las del sur en Crossness. En estos dos lugares se construyeron enormes plantas de bombeo para subir los residuos a depósitos subterráneos que almacenaban las aguas negras. Cuando la marea favorecía el flujo de agua hacia el mar, se abrían las compuertas, liberando las aguas residuales río abajo, fuera de la ciudad. Sin embargo, estas eran echadas al Támesis sin tratar. Pensaban que “La solución a la polución era la disolución”. La primera planta de tratamiento de aguas residuales se construyó recién en 1869.
Las epidemias de cólera y tifus desaparecieron, el Támesis paso de ser el rio mas sucio del mundo a ser el rio metropolitano mas limpio y la esperanza de vida de los londinenses aumento 20 años.
El desarrollo de esta red metropolitana de banda ancha o MAN (Metropolitan Area Network) de provisión de agua y alcantarillado que daba cobertura a una área geográfica extensa como la ciudad de Londres a finales del siglo XIX, dio paso al desarrollo de la red de área local o LAN (Local Area Network), o sea, la red que abarca un área reducida a una casa, un departamento o un edificio y la aparición del cuarto de baño como hoy lo conocemos.
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Hasta finales del siglo XIX era una excentricidad bañarse a no ser que sea por prescripción médica, por lo que el usuario era llamado paciente, y un muchacho sano que tomaba un baño caliente era considerado afeminado. Lentamente comenzó a perderse el miedo al agua porque cada vez más médicos recetaban las diversas formas de curas de agua y hacia fines de 1880 encontramos una nueva línea de pensamiento, el baño se puede tomar caliente e incluso muy caliente, y también lo puede tomar una persona sana. Puede producir placer en lugar de sufrimiento.
Cuando el agua corriente llego a las casas, pocas veces subía más arriba del sótano. Pronto se la condujo por tuberías al fregadero de la cocina y al retrete que estaba habitualmente en el patio trasero de la casa.
Al principio el agua para el baño era calentada por medio de ladrillos calientes, luego con ollas o vasijas calentadas en la chimenea o en la estufa, luego por medio de una “cocina, caldera y horno combinados de hierro fundido” presente en la cocina, y luego portada a los pisos superiores. Por lo tanto, el baño de agua caliente aparece antes que el agua fría sea conducida a los pisos superiores por medio de tuberías.
El paso inmediato no fue conducir el agua caliente por tuberías sino transportar al baño el agua fría y calentarla allí. Y con la llegada del agua corriente a los pisos superiores, aparecen los primeros cuartos de baño.
En 1868, un pintor inglés, Benjamín Waddy Maughan patentó el primer calentador de agua residencial, llamado “el Géiser”, que utilizaba gas, en lugar de carbón como los calentadores portátiles precedentes, para calentar el agua. El Geiser se llenaba de agua, o bien directamente a través de una llave o a mano, según sea mas conveniente, y una vez encendido el fuego, se debía dejar el aparato de 15 a 30 minuto, según la temperatura a la que se deseaba el agua.
El correcto funcionamiento de este firewall aseguraba la provisión de agua caliente al cuarto de baño. Sin embargo, el calentador no tenía una chimenea para la ventilación de los vapores de gas, por lo que no era seguro usarlo en los hogares.
Al principio la mayoría eran dormitorios acondicionados a tal efecto, innecesariamente grandes, con las paredes empapeladas, cortinas y muebles completamente inadecuados a la atmosfera húmeda y llena de vapor.
En 1889 Edmund Rudd se inspiró en el calentador de agua Waddy Maughan e impulsó su diseño al incluir funciones de seguridad adicionales. Este fue el primer paso hacia la invención del calentador de agua moderno.
Los primeros Geisers, como no estaban acondicionados para resistir la presión hidráulica interna, tenían que ser duplicados en cada toma; pero con el Geiser de presión múltiple, cuyo primer ejemplo es el “Califont” de Ewart de 1899, bastaba uno para alimentar todas las llaves del circuito. Sin embargo, esto implico tener que crear unas tuberías para agua caliente y dio lugar a una enojosa competencia por parte de los usuarios por el agua caliente, si la criada abría la llave del agua caliente del fregadero, el dueño de la casa encontrara su baño frio. Este inconveniente se venció por medio de un depósito de agua caliente, el cual en una fase posterior incorporaba un termostato.
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Poco después de 1900 el cuarto de baño se redujo; el trabajo de carpintería, las paredes empapeladas, las cortinas y las alfombras desaparecen dando paso al esmalte blanco, los azulejos y el mármol, y ahora que había que instalar todo un sistema de tuberías, se optó por poner la bañera, lavamanos y retrete en un mismo lugar.
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Al igual que las bacinillas dejaron de ser objetos portátiles, sin conexión a red, que no tenían destinadas una habitación fija, el lavamanos y la bañera se fijaron a la pared y se les doto de conexión a la red.
La jofaina o lavamanos se convirtió en una pieza hundida en la cubierta de mármol y para ocultar las tuberías de alimentación y desagüe, el conjunto iba encerrado en una caja de caoba, combinado con un respaldo de mármol, un espejo enmarcado y un toallero. Era caro y se quería que lo pareciera.
Posteriormente el lavamanos encerrado en una caja de manera dio paso a un lavamanos abierto con un lavamanos de porcelana colocado sobre una estructura de hierro.
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La bañera cuando se instala por primera vez en un cuarto de baño con agua corriente es un objeto sencillo de chapa metálica que no llevaba más que un panel de madera o un simple estarcido a modo de decoración. Todas ellas eran de chapa construidas por artesanos en cobre, cinc o hierro, pintadas o barnizadas.
La bañera de hierro fundido aparece hacia 1880, el borde era plano como el de las bañeras de chapa de metal para colocar una cubierta de madera. El borde redondo apareció muchos años después. El hierro era pintado o galvanizado. La pintura durante años fue un tema de preocupación ya que era necesario volver a pintar la bañera tarde o temprano. El veteado de mármol era entonces el acabado más solicitado.
Para los clientes ricos estaba la bañera de porcelana hecha de una sola pieza. Era duradera y se limpiaba fácilmente, pero resultaba pesada y frágil para transportarla y muy fría al tacto hasta que se calentaba.
La ducha, entendida como el tipo de baño en el que el agua cae sobre el sujeto, estando éste de pie y sin producirse acumulación de agua, se podía fijar sobre la bañera o se instalaban separadamente sobre su propia base, con un desagüe. Un semicilindro de cinc, de doble forro, perforado por dentro para producir una fina lluvia que reemplazaba a la anterior ducha de chorro.
Hacia 1910 la bañera de una sola pieza de hierro fundido, esmaltada por dentro y pintada o revestida por fuera, se fabricó en grandes cantidades a un precio asequible para la mayoría.
El proceso para esmaltar bañeras de hierro fundido fue inventado por el escocés David Dunbar Buick, quien en 1890 vendería su negocio de fontanería y se dedicaría a su nueva pasión, el desarrollo de automóviles y motores de combustión interna.
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El bidet, en cambio, nunca tuvo una gran aceptación en el Reino Unido, tal vez, por considerarlo indecoroso o por ser demasiado francés.
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A Londres rápidamente le siguieron otras ciudades, como Boston y Paris, y pronto descubrieron que los ríos y lagos se comunicaban con mares y océanos, los cuales no se limitaban a una región o continente, de manera que las redes de área metropolitana o MAN (Metropolitan Area Network), se transformaron en redes de área amplia o WAN (Wide Area Networks), que se extienden por zonas geográficas como países o continentes, y las WAN en una red global que recibe el nombre de GAN o Global Area Network.
Sin embargo, el 40 % de los habitantes del mundo —2500 millones de personas— continúan defecando al aire libre o carecen de instalaciones de saneamiento adecuadas como en Londres hasta el siglo XIX. Aun en zonas urbanas, donde hay más retretes privados y públicos, 2100 millones de habitantes usan instalaciones conectadas a pozos ciegos que no se vacían de forma segura u otros sistemas que vierten aguas fecales sin tratar en zanjas de desagüe o en aguas superficiales.
Es por eso, que debemos pensar en cómo sumar toda esta gente a la red.